Él tiene 93 años y ella 86 y una vez más nos vamos a formular la misma pregunta: ¿hay edad para el amor?
Vimos muchos casos de parejas con mucha diferencia de edad entre los integrantes, pero este sí que es un caso muy particular.
En Arezzo, Italia; un jubilado de 93 años decide “empezar una nueva vida”, después de haber conocido a una mujer de 86, de quien dice estar locamente enamorado.
No tiene nada de malo querer disfrutar a pleno de los últimos años de su vida, pero el caso de este jubilado es muy especial, porque ya está casado y tiene hijos y nietos.
Todos quisieron convencerlo de no hacer “esta locura”, como ellos le dicen, pero él ya había tomado su decisión: quería el divorcio.
Conocer a un nuevo amor.
El jubilado de 93 años de quien desconocemos el nombre, frecuentaba un centro cultural llamado “Cupido”. Y nunca más acorde el nombre… porque Cupido hizo su trabajo y allí conoció a quien se convirtió en su nuevo amor.
Un baile… un juego… una mirada… ¡y surgió el flechazo! Una nueva mujer hizo volver a latir su corazón de excitación y amor y decidió que viviría lo que le quedara de vida, al lado de la mujer de sus sueños.
Iba a ser difícil comunicarlo a la familia, él lo sabía bien; pero estaba determinado a hacerlo. Reunió el coraje necesario y les planteó la situación a todos.
Su esposa se negaba a darle el divorcio y nada pudieron hacer sus hijos y sus nietos para convencerlo de no seguir adelante con “esta locura”: él quería lo que él quería.
Los comentarios en las redes sociales estaban repartidos. Por un lado, los que opinaban con desprecio. “¿Cómo va a hacer eso a su edad?”. Por el otro, los que le dedicaban comentarios positivos con admiración y por último, los que criticaban no sin una pequeña cuota de envidia por la decisión tomada.
Su vida se había hecho rutinaria y él se sentía ahogado. Esta nueva mujer, le devolvió las ganas de vivir y no él no quiso dejar pasar la oportunidad de vivir un amor intenso y apasionado.
El Dr. Marco Acquisti, su abogado, lo asistió en todas las cuestiones legales. Se organizó el divorcio por medio de teleconferencia y el matrimonio decidió que la esposa se quedaría con la casa y una pensión de 300 euros que él le brindaría. Él, a cambio, recibiría su libertad.
Dicen que “el corazón quiere lo que el corazón quiere”. ¿Tenemos derecho a cambiar nuestra vida a esta edad? ¿Vale la pena intentar un nuevo amor en la vejez?